En la Rusia de la posguerra, después de la Segunda Guerra Mundial, Stalin impuso una prohibición sobre la posesión de música occidental. En el país solo se permitían discos de compositores rusos. Sin embargo, en la clandestinidad surgía un fervoroso deseo de escuchar música popular occidental, desde el jazz y el blues hasta el rock and roll. El contrabando de discos de vinilo era peligroso, y obtener el escaso material necesario para hacer copias de esos discos que llegaban al país resultaba costoso y arriesgado.

 

Fue entonces cuando una solución ingeniosa comenzó a emerger en forma de «música de huesos», también conocida ocasionalmente como música de «bones ‘n’ ribs» o simplemente «ribs». Un joven ingeniero de sonido de 19 años llamado Ruslan Bogoslowski, originario de Leningrado, cambió las reglas del juego al crear un dispositivo para piratear álbumes occidentales y distribuirlos por toda Rusia. El problema radicaba en que no encontraba material sobre el cual copiar sus grabaciones, ya que tanto los discos de vinilo como otros productos derivados del petróleo escaseaban tras la guerra.

Un día, sin embargo, se encontró con una pila de radiografías desechadas ¡y funcionaron! En aquel momento, la legislación rusa establecía que todas las radiografías debían ser destruidas después de un año de almacenamiento debido a su inflamabilidad. Por lo tanto, Ruslan buscaba en los contenedores de basura y pagaba a los enfermeros por las placas de radiografías. Durante 20 años, realizó alrededor de un millón de copias de contrabando en placas de radiografías, abarcando desde música clásica hasta los Beach Boys. Vale mencionar que, eventualmente, Ruslan fue sentenciado a cinco años de prisión en Siberia por esta rebelión (nadie puede hacerse una idea de lo que era una prisión en Siberia con temperaturas de 30°C bajo cero durante todo el año).

Durante más de 20 años, la música de huesos fue la única forma en que los amantes de la música rusa podían acceder a la música occidental. Estos discos se reproducían en «fiestas de música y café» en las cocinas, lejos de los oídos y los ojos de la KGB. Cada disco estaba hecho a mano y era único.

La música de huesos representa un testimonio del coraje clandestino para subvertir la autoridad, una forma de rebelión y un amor inquebrantable por la música.